Eslovenia se encuentra encajonada entre Austria y Hungría, los Balcanes y la Italia noradriática. La ruta desde Ljubljana hasta los Alpes Julianos descubre el patrimonio natural del país. Su capital Ljubljana, con 270.000 habitantes, está dominada por un castillo del siglo XIII al que se puede acceder con un funicular. Desde el mirador del castillo se divisa el centro histórico de la ciudad, por el que pasa el río Ljubljana y se encuentra su emblemático puente de los Dragones, construido en 1901 por el emperador austro-húngaro Francisco José.
El paseo junto a la orilla del rio conduce al centro de la ciudad, a la plaza Preseren. Antes encontramos el puente Tromostovje y la iglesia franciscana de la Anunciación y la catedral de San Nicolás, cuya cúpula y sus dos torres gemelas se divisan desde muy lejos. Por su lado, el Consistorio de la capita, edificado en 1484 reconstruido en 1718, alberga en su plaza una fuente con esculturas alegóricas sobre los ríos Sava, Krka y Ljubljanica.
Más adelante encontramos la zona de los cafés, donde se mueve toda la actividad artística e intelectual de la ciudad. Entre todos ellos destaca el Café Macek (gato negro), donde los turistas comparten café con intelectuales, actores y políticos. Al lado de la zona de los cafés se concentran numerosos restaurantes donde se puede degustar el típico mlinci, tiras de pan hervido que acompañan a carne de pavo o pato, y el borscht, una sopa de verduras y remolacha.
De camino a la estación nos encontramos con el barrio alternativo de Metelkova, un enclave de bares con un aspecto extravagante. En esta zona se encuentra el Hotel Cecilia, erigido en la antigua cárcel de la ciudad. Desde Ljubljana se puede visitar otros puntos del país como las cuevas de Postojna, donde se vive el olm o proteus, un anfibio parecido a la salamandra, blanco y ciego debido a su hábitat. Durante siglos la tradición decía que eran crías de dragón.
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