
El último atractivo de este parque nacional es una ruta por las cascadas, que quedan justo al otro lado del Grossvenediger; pero la imponente muralla de montañas obliga a retroceder para recuperar la carretera principal en Mittersill y, de paso, disfrutar de la visión de los numerosos establos taraceados como relojes de cuco gigantes, construidos para dar cobijo a las reses en invierno. En Krimml, hay que dejar el coche para tomar el sendero que lleva a lo alto de las famosas cascadas.
Estas cascadas están formadas por tres grandes caídas y tienen un desnivel de casi 400 metros –son las más altas de Europa- pero adaptando el ritmo con la ayuda de un bastón, la excursión es apta para todos los públicos. Además, las distintas terrazas permiten al senderista descansar y admirar del arcoíris que se dibuja sobre la cortina de agua.
En definitiva, el Parque Nacional de Hohe Tauern, encarna la cara más salvaje de Austria, y desde su creación en 1981, está considerado como uno de los mayores éxitos de conservación. Un hábitat intacto en el que viven marmotas, íbices y rebecos, y en el que hombre está presente en su justa medida. MSS
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