Después de un primer contacto con el desierto del Namib, el camino continúa hacia el sur. Tras dos horas de carretera se llega a la reserva natural de Namib-Rand, uno de los mayores parques privados del país. Esta antigua finca ganadora se financia exclusivamente del turismo que acude a ver la fauna que habita en su extensa sabana, sus dunas y sus elevadas montañas: manadas de cebras, jirafas y varias especies de antílopes; y también los grandes felinos africanos como el león, el guepardo y el leopardo.
Al caer la tarde, conviene asomarse desde el mirador Le Chateau para admirar una de las mejores vistas de la sabana africana: el sol rojo hundiéndose en las dunas. Después del atardecer, se puede disfrutar de la cena en los lodges de la reserva.
Antes de tomar rumbo hacia el norte, conviene demorarse un poco más en el sur del país para conocer la ciudad costera de Lüderitz, a 400 kilómetros de NamibRand. Esta ciudad cuenta con iglesias, cafés y edificios de estilo jugendstil. Fundada en 1883 por Adolf Lüderitz, que compró la tierra a los nativos, la ciudad fue el origen del protectorado alemán.

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