El pueblo cántabro de Santillana del Mar es conocido por ser uno de los pueblos más bonitos de España. Las cuevas de Altamira y Comillas completan una ruta de valor histórico y cultural de la zona.
Un buen punto de inicio para recorrer Santillana del Mar es la visita en la Colegiata, un monasterio del siglo XII y centro de peregrinación medieval, donde se guardan los restos de la mártir local, Santa Juliana. De la Colegiata salen las dos calles más importantes de Santillana del Mar, que ofrecen un paseo por las casonas de los siglos XV y XVII como los palacios de Quiró, Velarde o Barreda, y la casa gótica de Leonor de la Vega, madre del primer marqués de Santillana. La Plaza Mayor, contigua a estas calles, alberga las torres medievales del Merino y Don Borja.
El auténtico patrimonio de Santillana se encuentra en las Cuevas de Altamira, descubierta en 1979 por el botánico Marcelino Sáenz. Los famosos bisontes de vivo color rojo, pintados hace quince mil años, son el primer ejemplo humano de arte prehistórico de la Península Ibérica y son consideradas Patrimonio de la Humanidad. Para preservar este tesoro, la entrada a la cueva está restringida y hay que conformarse con el Museo de Altamira, donde se visita la Neocueva, una réplica de la cueva original.
Santillana del Mar se encuentra a cuatro kilómetros del mar cantábrico, en la costa de Ubiarco y junto con playas como la de Santa Justa, que esconde en un acantilado una ermita dedicada a la santa.
A 25 kilómetros se encuentra la población de Comillas, histórica localidad veraniega que a finales del siglo XIX atrajo a célebres arquitectos modernistas. El primer marqués de Comillas, Antonio López y López, mandó construir el palacio neogótico de Sobrellano y la Universidad Pontificia. Estos dos ejemplos de modernismo se complementan con El Capricho, obra de Antonio Gaudí. Tampoco hay que olvidar el camposanto, con mausoleos modernistas como El Ángel. MSS
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