martes, 22 de febrero de 2011

Namibia III

Después de un primer contacto con el desierto del Namib, el camino continúa hacia el sur. Tras dos horas de carretera se llega a la reserva natural de Namib-Rand, uno de los mayores parques privados del país. Esta  antigua finca ganadora se financia exclusivamente del turismo que acude a ver la fauna que habita en su extensa sabana, sus dunas y sus elevadas montañas: manadas de cebras, jirafas y varias especies de antílopes; y también los grandes felinos africanos como el león, el guepardo y el leopardo.

Al caer la tarde, conviene asomarse desde el mirador Le Chateau para admirar una de las mejores vistas de la sabana africana: el sol rojo hundiéndose en las dunas. Después del atardecer, se puede disfrutar de la cena en los lodges de la reserva.


Antes de tomar rumbo hacia el norte, conviene demorarse un poco más en el sur del país para conocer la ciudad costera de Lüderitz, a 400 kilómetros de NamibRand. Esta ciudad cuenta con iglesias, cafés y edificios de estilo jugendstil. Fundada en 1883 por Adolf Lüderitz, que compró la tierra a los nativos, la ciudad fue el origen del protectorado alemán.

Un corto vuelo salva los 683 kilómetros que separan Lüderitz de Windhoek y permite comenzar la segunda etapa del viaje, que empieza en el noroeste para conocer la Costa de los Esqueletos y el macizo granítico de Spitzkoppe. A 185 kilómetros de la capital comienzan a divisarse las montañas de Spitzkoppe, que se erigen verticales sobre un mar de hierba y reciben el nombre de inselberg o montañas isla. La sierra debe el nombre a su cumbre, con 1728 metros de altitud, conocida como el Matterhorn namibio por su perfil afilado. MSS

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